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El nombramiento de Antonio de Mendoza como primer virrey de la Nueva España marcó el inicio formal de una nueva estructura de gobierno en el continente americano. Su llegada en 1535 representó un esfuerzo por consolidar el control político, económico y religioso de la Corona de Castilla sobre los territorios recientemente incorporados a la monarquía católica. En este artículo exploramos su papel en la reorganización del poder, sus atribuciones y los desafíos que enfrentó para afirmar la autoridad virreinal.
La figura de Antonio de Mendoza
Antonio de Mendoza y Pacheco provenía de una familia de alto rango vinculada a la nobleza peninsular. Su elección como virrey respondió a su reputación como administrador eficiente y leal al rey Carlos V. A diferencia de las autoridades anteriores, como los oidores de la audiencia gobernadora, Mendoza contaba con un respaldo institucional más sólido, diseñado para imponer orden tras los conflictos y abusos que se habían producido en los primeros años tras la caída del señorío mexica.
Consolidación del poder real en América
La misión de Mendoza fue implementar un modelo de gobierno que centralizara el poder en nombre del monarca, pero que también moderara los excesos de los encomenderos y otros actores peninsulares. Entre sus atribuciones destacaron:
- Aplicar las Leyes Nuevas y otras disposiciones reales destinadas a proteger a la población indígena.
- Controlar el uso de las encomiendas sin desestabilizar la estructura productiva existente.
- Establecer la Real Hacienda como instrumento de fiscalización económica.
- Supervisar la expansión territorial hacia el norte, fomentando nuevas fundaciones.
Mendoza también jugó un papel clave en el desarrollo de instituciones como la Real y Pontificia Universidad de México —fundada en 1551—, así como en la introducción de la imprenta, lo cual demuestra su interés por consolidar no solo el poder político, sino también la estructura cultural del virreinato.


Tensiones y equilibrios en su gobierno
Aunque fue una figura respetada por muchos, Mendoza no estuvo exento de tensiones. Su mandato implicó mediar entre los intereses del rey, las ambiciones de los encomenderos, las demandas de los grupos indígenas aliados y las instituciones eclesiásticas. El equilibrio que logró mantener fue notable y permitió una relativa estabilidad durante su administración, que duró más de una década.
Conclusión sobre Antonio de Mendoza como primer virrey
Antonio de Mendoza fue más que un delegado real: fue el arquitecto de la primera etapa de gobierno estable en la Nueva España. Su actuación sentó las bases del modelo virreinal que perduraría durante siglos, equilibrando los intereses de la Corona de Castilla con las dinámicas locales. Como primer virrey, supo ejercer las facultades del poder real con mesura, dejando un legado que lo colocaría entre los virreyes más influyentes del periodo.
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