Aunque hoy el término “México” se asocia con el país moderno, durante el siglo XVI hacía referencia únicamente a la Ciudad de México (México-Tenochtitlan), capital del virreinato. Por ello, cuando hablamos de la Real Audiencia de México, nos referimos a un tribunal que tuvo su sede en esa ciudad, y no a una institución que abarcara todo el actual territorio nacional. Esta precisión es importante para comprender el contexto en el que surgió y operó esta institución.
Conocida oficialmente como Real Audiencia de México, esta institución tuvo su sede en la Ciudad de México y fue una de las estructuras clave del aparato virreinal de la monarquía católica. Aunque nació como un tribunal superior de justicia, pronto adquirió funciones políticas y administrativas que la colocaron en el centro de disputas por el poder. Su papel, a lo largo de los siglos XVI y XVII, fue tan indispensable como conflictivo.
Origen y funciones de la Real Audiencia de México
La Real Audiencia de México fue establecida en 1527, incluso antes de la llegada del primer virrey. Su creación respondió a la necesidad de ejercer justicia en nombre del rey y regular los excesos de los actores peninsulares que habían participado en la jornada militar contra el señorío mexica (comúnmente conocido como el periodo de la conquista). Aunque originalmente actuaba solo como tribunal, pronto se convirtió en una institución multifuncional.
Entre sus atribuciones estaban:
- Juzgar en segunda instancia causas civiles y criminales.
- Supervisar a funcionarios y corregidores.
- Velar por el trato hacia los pueblos indígenas.
- Fungir como cuerpo colegiado de gobierno en ausencia de virrey.
Audiencias gobernadoras: cuando los oidores tomaban el mando
Cuando no había virrey en funciones, los oidores de la Real Audiencia asumían el control del virreinato. A esta etapa se le conocía como “audiencia gobernadora”. En estos periodos, el tribunal no solo impartía justicia, sino que dirigía la administración, organizaba la recaudación de tributos y emitía órdenes gubernamentales.
Algunas de estas gestiones fueron estables, pero otras causaron divisiones internas e incluso corrupción, lo que llevó a la Corona a enviar visitadores para evaluar el desempeño de los oidores.


Tensiones con el virrey y con otras instituciones
Aunque en teoría el virrey presidía la Real Audiencia, en la práctica se generaban roces constantes. Algunos oidores se resistían a obedecer ciertas órdenes del virrey, apelaban directamente al Consejo de Indias o buscaban aumentar su autonomía. Estas tensiones reflejaban la frágil relación entre el poder ejecutivo y el judicial dentro del modelo virreinal.
Además, la audiencia tuvo confrontaciones con miembros del alto clero, cabildos urbanos y otras autoridades peninsulares, lo que revela la compleja red de intereses que coexistían en la administración de la Nueva España.
Supervisión desde la península: el Consejo de Indias
El Consejo de Indias, situado en la península ibérica, era la institución que supervisaba tanto al virrey como a la Real Audiencia. Este consejo recibía informes, quejas y juicios de residencia, y tenía la autoridad para cesar, premiar o castigar a cualquier funcionario virreinal. Esta supervisión era fundamental para mantener un equilibrio de poder y evitar que alguna autoridad local se volviera autónoma o abusiva.
Conclusión sobre la Real Audiencia de México
La Real Audiencia de México, fue mucho más que un tribunal judicial: fue un actor político de primer orden en el gobierno virreinal. Su capacidad para gobernar en ausencia del virrey, supervisar a los funcionarios, y participar en las decisiones más importantes del virreinato la convirtieron en una pieza estratégica. Sin embargo, esa misma concentración de poder generó conflictos, rivalidades y vigilancia constante desde la península. Comprender su papel es esencial para entender los equilibrios del poder en la estructura virreinal de la Nueva España.
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