Tambien puedes escuchar este artículo en audio
En el lado oriental del Centro Histórico, se ubica este impresionante templo, que tiene sus raíces en el histórico convento de la Orden de Carmelitas Descalzas, cuya construcción se remonta a los albores del siglo XVIII. Este sitio encarna la riqueza de nuestra herencia arquitectónica y es un testimonio vivo de nuestra historia cultural.
El Templo de Santa Teresa la Nueva, una joya arquitectónica de principios del siglo XVIII, fue erigido por la Orden de las Carmelitas Descalzas como una extensión del Convento de San José.
Este templo es un testimonio vivo de nuestra historia y cultura, y su ubicación estratégica en el centro de la ciudad es realzada por una exquisita fuente diseñada por el renombrado arquitecto Manuel Tolsá.
Es interesante destacar que, según el historiador Francisco de la Maza en su obra «Arquitectura de los coros de monjas en México,» este lugar se caracterizaba por ser el recinto religioso más modesto de toda la Nueva España en su época.
Construcción de Santa teresa la nueva
El Templo de Santa Teresa la Nueva es una de las construcciones más tardías de su género. Al iniciar su planificación a principios del siglo XVIII, ya existían dieciocho conventos dedicados a mujeres en toda la ciudad de México.
Esta particularidad tenía diversas implicaciones, ya que, para obtener la autorización necesaria para construir un convento, era imperativo no estar en proximidad excesiva a otros conventos. Esto se hacía para evitar que interfirieran mutuamente en asuntos como el suministro de agua, que en ese entonces presentaba desafíos considerables, según lo menciona la historiadora Graciela Bernal Ruiz en su obra «El convento de Santa Teresa la Nueva de la Ciudad de México«.
Inicialmente, se consideró otro emplazamiento para el Templo de Santa Teresa, específicamente en la calle de Tacuba, en las cercanías del antiguo Convento de Santa Clara.
No obstante, este lugar, aparte de estar próximo a otros lugares de culto religioso como el noviciado de San Andrés de la Compañía de Jesús, el Convento de Betlemitas y el mismo Santa Clara, resultó inviable debido a su tamaño insuficiente.
En consecuencia, se tomó la decisión de trasladar el proyecto a la Plaza de San Gregorio, como se le conocía en ese entonces, ahora famosa como Plaza de Loreto. Este terreno había sido parte del antiguo Hospital de San Lázaro, dedicado a la atención de personas aquejadas de lepra.
La construcción del templo estuvo a cargo del arquitecto Pedro de Arrieta, reconocido por su contribución a otras emblemáticas edificaciones barrocas en la Ciudad de México, como el Palacio de la Inquisición (actualmente en la República de Brasil), la sacristía de Santo Domingo de Guzmán (justo enfrente), el Templo de Corpus Christi (frente a la Alameda) y la iglesia de La Profesa (situada en Isabel la Católica). Además, Arrieta ejerció como maestro de obras en la majestuosa Catedral de la ciudad.
Es relevante mencionar que el templo actual no conserva la estructura original de estilo barroco, ya que durante su reconstrucción en el siglo XIX, se optó por un enfoque arquitectónico ecléctico, influenciado principalmente por las corrientes grecorromanas propias del neoclasicismo. Esta transformación arquitectónica ha dejado una huella única en la historia del templo.
El histórico Templo de Santa Teresa la Nueva fue fundado y dedicado el 5 de diciembre de 1704, marcando un evento de gran importancia en la historia de la ciudad. En esta memorable ceremonia, destacadas autoridades virreinales se dirigieron al Convento de San José y tocaron su puerta. En su interior, las religiosas esperaban con anticipación y, en un emotivo gesto, abrieron la puerta, emergiendo lentamente con velos negros que cubrían sus rostros. Marcharon solemnemente hacia Santa Teresa la Nueva, entonando el Te Deum Laudamus.
De acuerdo con el protocolo acordado, la última en salir fue la religiosa Teresa de Jesús, quien asumió el cargo de priora durante los primeros doce años de existencia del nuevo convento, bajo la autorización del Papa Clemente XI. La dedicación fue solemnemente coronada con el sonido de las campanas de la majestuosa Catedral Metropolitana, simbolizando la fundación del nuevo recinto religioso.
Sin embargo, a lo largo de los años, debido a la Ley de Desamortización de Bienes Eclesiásticos de junio de 1856, que provocó la exclaustración de religiosas, el convento perdió su función original y actualmente solo el templo subsiste en pie.
En septiembre de 1870, después de servir como bodegas y aulas, el resto del convento se transformó en la Escuela Nacional de Ciegos, la cual tenía un precedente importante en la Escuela Municipal de Sordomudos, fundada por Ignacio Trigueros en 1866, y que continúa funcionando hasta hoy.
La orden de las carmelitas, cuyo legado se remonta al siglo XVI en la ciudad (1585), estableció sus conventos en el XVII, cuando otras órdenes religiosas ya habían arraigado profundamente en la Nueva España. Esta rica historia religiosa es un testimonio de la profunda influencia de las órdenes religiosas en la vida de la ciudad.